Una aventura musical

Bras Rodrigo aúna la tradición asturiana con la copla andaluza y los sonidos de los indios de Norteamérica en su nuevo proyecto.

«La música tradicional de todos los pueblos del mundo es diferente, pero siempre que suena, la gente la reconoce, aunque no sepa de dónde es ni la entienda». Con esta premisa, el gaitero Bras Rodrigo busca, en su nuevo proyecto «A pause in New York» -que en la noche de ayer se presentó en un concierto que acogió la plaza Mayor de Gijón-, aunar un triángulo de las bermudas musical entre Estados Unidos, Asturias y Andalucía.

Una idea que «surgió de mi experiencia de varios viajes, con la intención de plasmar las vivencias que me ocurrieron, siempre con el leitmotiv del Arcu Atlánticu» de fondo, explicitó Rodrigo. Pero llevar a cabo esa idea, hacían falta otras dos patas que diesen consistencia al proyecto.

En forma de meridiano de norte a sur apareció entonces la coplista andaluza María Gracia. «Aporta una descontextualización de la cultura tradicional del norte que hace una unión perfecta entre el cante flamenco puro y la música tradicional asturiana», analizó Rodrigo, una unión a priori improbable.

«Improbable cuando hay amor por la música y ganas de aunar fuerzas, estilos y culturas, no hay nada», relató tajante Gracia, «todo puede resultar bonito y una aventura estupenda», una aventura que llevó a esta cantante y actriz andaluza a cambiar sus estudios de la copla más pura, de Rafael de León Mendoza, Antonio Quintero o Manuel Quiroga, por la música tradicional asturiana, pero sin olvidar sus orígenes. «Una copla es una obra de teatro en tres minutos, con presentación, nudo y desenlace», explicó la cantaora, «esa condensación ya dice bastante del alto nivel cultural», lo que hace que la copla, «tenga mucho futuro, hay muchísima sabia joven».

La tercera vía que completa el abanico son los sonidos de la tribu india Lenape de Norteamérica, prácticamente desaparecida. Sin embargo, ayer fueron sustituidos por una figura que se recuperó en el principado, la de los «sidros» de Valdesoto, encarnados por Pablo Canal, quien aprovechó la ocasión para «dar a conocer esta tradición olvidada y más en Gijón donde no suele haber mascaradas», afirmó.

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