Bras Rodrigo – Remanecer (Bras Records)
Cuando escuchamos hablar de cultura celta nos estamos refiriendo a los pueblos de una misma lengua durante la Edad de Hierro y que se expandieron por distintos puntos de Europa Occidental. Es, por tanto, un concepto amplio y un tanto ambiguo que suscita cierta controversia a la hora de definir qué territorios pueden considerarse propiamente célticos. Una de las clasificaciones más aceptadas es la elaborada por el historiador June Skinner Sawyers, que distingue estos pueblos celtas clásicos, ubicados en el extremo occidental del Viejo Continente. Irlanda y Escocia constituirían las regiones con más arraigo, pero hay que sumarles la Bretaña francesa. Y, por supuesto, Galicia y el norte portugués.
De ahí procede y emerge Bras Rodrigo, que nació en Perlora, concejo de Carreño. Un artista al que desconocía hasta que mi gran amiga Rosa María Fernández me parloteó sobre él. Es Bras un tipo culto, afable, de barba poblada y calvorota reluciente, pero que ama lo que hace hasta el punto de mostrarnos trabajos tan bien hechos como este.
Ciertamente este que escribe había abandonado un poco la música celta por hastío, por cansancio y porque ya eso de las gaitas de ida y vuelta modernuzas me habían agotado in extremis. Pero llegó Bras y su álbum Remanecer (Bras Records, 2020) para devolverme la confianza en el género.
Esta obra es purito sonido celta, aunque le mete ciertos repuntes “Mago de Oz” que no desentonan mucho. Porque al fin y al cabo la obra es un producto sin artificios ni artimañas. Comienza con “Arxentola”, una pieza equilibrada que nos puede transportar a fiestas de pueblos gallegos, esas que este año no se celebran; aunque le mete una batería que rechina un poco, eso sí. Pero si prestas atención al conglomerado del álbum notarás cierto aparejo con el Mike Oldfield de Ommadawn.
La música celta te gusta o te raya, no hay término medio. Hubo una época en la que teníamos gaiteros TopStar modo Carlos Núñez, Hevia (que se fue a la SGAE a tocar otro tipo de gaitas) y, por supuesto, los Celtas Cortos, que hacían con la gaita lo que Veneno con el flamenco; usarlo de pretexto para otros cauces.
Bras Rodrigo se le nota que ha mamado esto, y, además, no se plega a las normas impuestas por el establishment del showbusiness. Por eso es tanto de agradecer este disquejo. Un disco “yo me lo guiso, yo me lo como” como una catedral que viene a alegar el patio musical de este más que largo verano que empieza su cuesta abajo.
Escúchenlo, y espero que os guste lo mismo que a mí, porque de vez en cuando la vida musical toma conmigo café. Hoy lo ha hecho con una gaita de por medio. ¡Albricias!